Pasé por el vitral del lugar que tanto nos gustaba. Estaba el mismo panadero y la señora que nos atendía tan amablemente. Todo parecía exactamente igual pero no estabas tú. Ya me había acostumbrado a caminar por ahí sin prestar mucha atención a los detalles que están siempre tan ahí que se esfuman con la costumbre. Bueno, como decía…iba pensando en no sé qué cuando llegó a mí el olor a café, era como un imán que me jalaba hacia dentro pero resistí con todo lo que pude y no entré. Me quedé parada viendo cual pobre admirando un auto último modelo. De pronto me sentí emocionada y me salí de mi cuerpo para admirar la escena. Me llené de nostalgia, tanta que si hubiera sido agua y yo un caudal, se habría desbordado. Era como si el tiempo se hubiera detenido. En eso estaba cuando sentí que alguien tocaba mi hombro. Era Julián, mi amigo de la infancia al cual hacía años que no veía. Nos abrazamos, le di un beso en la mejilla y el sonrió como cuando tenía 7 años, con la diferencia de que ahora su dentadura estaba completa y bonita.
Julián me invitó a tomar una copa en un restaurante dos cuadras más adelante. Nos sentamos en una mesa que tenía vista hacia la calle, donde el atardecer ya estaba haciendo de las suyas.
-¿Qué es de ti?- Preguntó con interés.
-Todo y nada. Renuncié a las manzanas, mi cabello es más corto y mi boca más vieja. Me gustaría contarte sobre todo lo que he hecho pero realmente no sé por dónde empezar.
-Dime, que hay tiempo y no todos los días me encuentro a mi amiga de la infancia.
Proseguí a contarle mis aventuras y desventuras, a veces riendo y otras un tanto más seria. Siempre esquivando las cosas que podrían arruinar el momento. Él me contó de su trabajo, de sus viajes y su vida amorosa.
Me confesó que siempre había querido estar conmigo, después de todo nos vimos crecer y al final me alejé para estudiar; él lo hizo también tiempo después.
Se nos fue el día sentados, y a la mañana siguiente nos despedimos con un beso en la mejilla y esa sonrisa con la que me había conquistado el día anterior, con la promesa de vernos nuevamente cuando la situación nos lo permitiera.
Al fin y al cabo no nos volvimos a ver, pero Julián me trajo a casa de nuevo cuando estaba viendo a la señora servir el pastel del día en aquel cafetín que a ti y a mi tanto nos gustaba.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
0 comments:
Post a Comment